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De la Masturbación al Autoamor

La masturbación, cuando se vive con presencia, puede ser una parte del autoamor, pero no lo representa por completo. El autoamor es mucho más amplio: es trato, escucha, cuidado, tiempo y conciencia. Y desde la compulsión no se llega a ese lugar.

Hay momentos en los que el autoerotismo sucede con prisa. Bajas la tensión, calmas el ardor o buscas distraer la mente unos segundos. Eso también tiene su espacio, pero cuando se vuelve automático, deja de ser un gesto de amor propio y se convierte solo en descarga. Ahí no hay conexión, solo alivio momentáneo.

 

Un camino hacia el placer consciente

Pero existe otra manera. La que aparece cuando te das tiempo, cuando eliges prepararte un espacio, cuando respiras y permites que tus manos exploren sin expectativa. En esos momentos, la masturbación deja de ser un trámite y se convierte en autoescucha, en un acto de presencia. Ahí el cuerpo se afloja, la mente se reinicia y la emoción encuentra salida sin juicio.

Y algo esencial. confundir masturbación con eyaculación es tan limitado como creer que placer es igual a final rápido. La eyaculación puede estar o no, pero no define la calidad del encuentro contigo. Aprender a gestionar ese impulso es un entrenamiento profundo, que mejora no solo tu relación con tu cuerpo, sino también tus encuentros con otros hombres. El placer no está solo en correrse, ese mito nos ha robado tiempo, intensidad y sensibilidad.

Cuando descubres que el clímax es solo una posibilidad, no una obligación, todo cambia. El disfrute se expande, aparecen matices, el presente se vuelve más interesante que el final. La masturbación entonces se vuelve un laboratorio íntimo, de ritmo, de autocontrol, de deseo sostenido.

 

La forma en que te das placer revela mucho de cómo
te relacionas con los demás. 

Si vas directo, sin pausa, sin preliminares ni escucha, es probable que algo de eso se refleje cuando compartes cama, piel o mirada. Pero cuando entrenas el placer consciente, la pausa, la sensibilidad, también llevas eso al encuentro con otros cuerpos.

No se trata de convertir cada momento de autoerotismo en un ritual místico. Hay días para lo rápido y lo inmediato. Pero cuando toda tu relación contigo se reduce a la descarga, el autoamor queda excluido. El cariño propio necesita tiempo de calidad, intención, curiosidad, pausa.

Porque el autoamor no nace de la compulsión, sino de la consciencia. De tocarte como quien se merece ternura. De entender que tu cuerpo no es solo un mecanismo, sino una casa habitable.

La masturbación, cuando se vive con tiempo y presencia, puede ser una puerta hacia ti. Pero para llegar al autoamor de verdad, antes hay que soltar la inercia, el tedio y la prisa. Desde ahí, lo íntimo no es solo sexual: es terapéutico, revelador y profundamente humano.